Chinos en el Barrio Chino

Portada de <em>El Barrio chino al desnudo</em>, de Alfonso Mart&iacute;nez Rizo

Autor: Xavier Ortells-Nicolau

Existen varias teorías sobre el origen del apelativo "Barrio Chino" para el Distrito V de Barcelona, en el actual Raval y al lado izquierdo de las Ramblas. Angel Marsá, escribiendo en la revista El Escándalo en 1926, decía que Miguel Toledano había comparado el abigarrado barrio con el Chinatown de San Francisco en 1924, pero el año anterior y en la misma revista, Paco Madrid ya había explicado el origen del término que había acuñado en su Sangre en Atarazanas:

¿Dónde vivirán los chinos que en cada esquina ofrecen baratijas de sus collares? Deben de vivir por aquí...Sería curioso que Barcelona, como Londres, como Nueva York, tuviera una desconocida Chinatown, ignorada por los catalanes...Las ciudades chinas son cosmopolitas...Allí van los clientes de los fumaderos de opio, los cocainómanos, los prostíbulos absurdos, los perseguidos por delitos de sangre...¿Por qué no va a ser este nuestro barrio chino?

Entre los orígenes casi míticos de ese nombre, Sempronio llegó a apuntar a Milans del Bosch, a la sazón gobernador civil, quien cansado de la conflictividad del área habría exclamado, en los años veinte: "¡Estoy harto de eso del Distrito Quinto! Inventen otro nombre... Déjense de distritos. ¡Inventen! Por ejemplo, Barrio Chino".

En cualquier caso, con ese malnombre no se indicaba que fuera un barrio donde vivían mayormente chinos, sino su pésima reputación.

Y no obstante, como el apunte de Paco Madrid ya hace notar, sí que los había.

Dibujo de un vendedor de collares

Los vendedores de collares

En la comedia Fu-Chu-Ling, estrenada en Madrid en diciembre de 1934, un personaje, a quien se ha caracterizado de chino, le pregunta a su compañero, "Oye: ¿Parezco chino de verdad?", a lo que le responden, "Hombre...si te ve cualquiera de esos que venden collares te toma por su padre". 

Desde mediados los años veinte, grupos de vendedores ambulantes chinos se volvieron una presencia habitual en muchas ciudades españolas, como Bilbao, Valencia o La Coruña, si bien su presencia en Madrid y Barcelona parece haber sido más duradera. Hacia 1930, su número en Madrid se había reducido mucho, como comenta Cristóbal de Frutos.

En Barcelona, como atestiguan diferentes reportajes de la época, a principios de los años treinta vivían en el distrito V unos ocho chinos, dedicados a la venta ambulante. En la Ramblas eran presencia habitual, ofreciendo abanicos, pipas, collares y dragones de papel. 

Vendedores ambulantes chinos en las Ramblas de Barcelona

Vendedores ambulantes chinos en las Ramblas de Barcelona

 En 1931, un artículo de La Vanguardia describía estos vendedores: 

Hace poco se han sumado a esa tribu industrial callejera los merceros chinos, que, con el brazo lleno de collares de todas suertes, desde los que ensartan perlas más o menos bien imitadas, hasta los formados por avalorios caprichosos, amén de los abanicos de marfil para caballero, de las boquillas que ostentan y ofrecen enla mano o prendidas en un cartón que sujetan en el antebrazo, e invariablemente arrastrando con la mano diestra un pesado maletín, donde guardan, recónditos, otros artículos que sólo exhibirán en momentos especiales, porque a veces prohiben las leyes que se coticen públicamente en el comercio.

Algunos objetos los fabricaban ellos, otros los compraban. Sin embargo, era en los pueblos y en las ferias donde funcionaba mejor el negocio, puesto que el Ayuntamiento se había puesto muy estricto y no expedía permisos de venta ambulante. Una década antes, había muchos más chinos en el barrio, concentrados en las calles de Guàrdia y Montserrat, que siguen en paralelo la Rambla de Santa Mònica, en la parte baja de las Ramblas.

Fotografía del señor Liau

El señor Liau

Fotografías de residentes chinos en Barcelona

Familia china residente en Barcelona conversando con un periodista

El principal vocero de la comunidad barcelonesa era un tal Liau, apodado "Don Miguel", quien actuaba de protector del grupo gracias a sus conocimientos de español. Acogía compatriotas y adelantaba capitales. 

Liau (o Liou) era, además, un perfecto facilitador del contacto con los periodistas locales, quienes no escatimaban tópicos en sus encuentros con los chinos. Valga como ejemplo el siguiente diálogo entre el señor Liau y el periodista Gregorio Trillas Blázquez, reproducido en Crónica:

—¡Pero usted qué clase de chino es, Liou?
—Chino de Cantón, querido amigo. Ni yo ni ninguno de estos compatriotas que viven conmigo han comido en su vida miserable pedazo de esa aleta de tiburón que tanto le preocupa. Nosotros somos coolies, ¿comprende? Quiero decir que lo mismo aquí que en China comemos lo que se puede. ¡Aleta de tiburón!...¡Cocinar bien un par de ellas cuesta casi una fortuna!
—Yo creí que ustedes tenían los tiburones como nosotros las pescadillas.
—¡Cuántas cosas se creen que luego no resultan ciertas! Antes de venir a España he recorrido Asia,América y Europa. He vivido en Saigón, en Madras; conozco los Barrios Chinos de Nueva York, San Francisco, Habana, Londres, París... ¿Sabe usted cómo me figuraba a los españoles? Con sombrero ancho, capa y montados a caballo. No podía concebir un español a pie y sin patillas. Y ya ve usted...

Resulta sorprendente constatar las características del contacto lingüístico entre los chinos y sus vecinos. Estos, ante las dificultades de los chinos, acaban aprendiendo algunas palabras (las indispensables) en su lengua: mi (arroz), fatsa (patatas), selajú (una caja de cerillas). Un comerciante le comenta al periodista Joan Alavedra que cuando contrata un nuevo dependiente le pregunta: "¿Cómo andas de chino?"

Referencias

 

Citación recomendada

Ortells-Nicolau, Xavier. “Itinerario: China en España: el Barrio Chino”, Archivo China-España, 1800-1950, [fecha de consulta], http://ace.uoc.edu/exhibits/show/china-en-espana/chinos-barrio-chino

 

Chinos en el Barrio Chino